Nombre: Ligia Ventura
Ocupación: Abogada.
Edad: 34 años.
Recuerdo bien la ofensiva del 89. Cada vez que escuchaba las ráfagas de balas desde el aire o desde el piso me instalaba bajo las camas y mesas de mi casa hasta que no se escucharan más. En esas fechas, tenía una doble tarea: manejar unas muletas ya que no podía apoyar mi pie izquierdo y minimizar el miedo lo más posible frente a las balas que se acercaban a mi colonia. Logré ambas cosas. Al enterarme de la muerte de los Jesuitas, quedé impresionada. Hasta el día de hoy, califico esa masacre como una de las mayores expresiones de la cobardía de unos hombres frente a otros, silenciándolos a través del homicidio.Y llegó la firma de los Acuerdos de Paz. Yo estaba aquí, en Santa Tecla, llevando en curso mi bachillerato. Desafortunadamente, el proceso de la guerra a la paz no era un tema que mi generación conversara o, al menos, las personas con las que me relacionaba. Yo solía estar pendiente de las actividades que se realizaban en mi colegio así como de las salidas con mis vecinos, y en ninguno de esos estratos compartía ese tema. Mi familia pasaba el tiempo entre “los adultos” y yo no estaba incluida en ese ámbito, con lo cual, en enero del 92, incluyendo el día 16, solo recuerdo que me abordó un sentimiento de expectativa por ese momento que se estaba viviendo en Chapultepec. Sin embargo,  el verdadero significado de los Acuerdos de Paz lo encontré en mis primeros años de universidad, cuando leí a Ellacuría, a Galeano, a Peces Barba entre otros.El 16 de enero sigue siendo colocado con trascendencia histórica para un sinnúmero de salvadoreños, no obstante, creo que no practicamos o vivimos esa relevancia y hay poco esfuerzo por vivir el verdadero significado de lo que se logró dejando atrás las armas".