Cuando las familias huyen de las pandillas, lo norma dicta que no le informen a nadie. Pero hay casos en que sí piden ayuda a la Policía y esta incluso las escolta en esos escapes. Ninguna autoridad registra las dimensiones de la marcha silenciosa de los desplazados.
En los suburbios de El Salvador hay cientos de casas abandonadas, desmanteladas, en colonias manchadas por los grafitos de la Mara Salvatrucha o de la pandilla Barrio 18. Esas casas cuentan el drama de cientos de familias que viven en silencio sus propias historias de violencia: las de los desplazados por las pandillas.